Konrad Paul Liessmann, premiado como mejor intelectual austriaco del año 2006, ha escrito un libro que de haberlo leído nuestros políticos y decanos hubieran redactado algo muy distinto al Real Decreto 1393/2007 de 29 de octubre y el Documento de 25 y 26 de octubre de 2007 en Córdoba, respectivamente. Me refiero a su 'Teoría de la Incultura', donde capítulo propio se merece (¿por supuesto!) el proyecto Bolonia. De él son deudoras las siguientes reflexiones:
1.- El proyecto Bolonia se fundamenta en potenciar la movilidad de los estudiantes en Europa (entiéndase, por supuesto, Unión Europea o ¿debo escribir Comunidad Económica Europea)? Esto es una falacia. Liessmann ofrece datos. Los mecanismos que se ofrecen en la 'Unión Europea' para la movilidad de los estudiantes sólo son empleados por estos en un escaso 10%. Movilidad, dinamismo, movimiento, velocidad son valores modernos ¿pero, en serio, son valores valiosos? Ulrich Beck ha hablado (empleando un término políticamente incorrecto) de la 'brasilinización' de los trabajadores jóvenes: toma un avión aquí, vive allí, ten tu pareja más allá.
2.- Los estudios serán reducidos a tres años. ¿En verdad se pueden asimilar conocimientos universitarios en tres años? O ¿se trata de crear un cuerpo de diplomados inferior para las necesidades de un mercado económico?
3.- Por tanto, tres años de estudios, el 'Bachelor' o el grado. ¿Pero no debían viajar nuestros estudiantes a otros países europeos?¿Habrá tiempo en tres años para hacer un semestre en el extranjero? Entonces, ¿sólo serán dos años y medio de estudios? ¿Un tanto paradójico!
4.- Modernización es medir, uniformar y establecer patrones de igualdad. Un alumno en Alemania ha de estudiar de tal modo que sus horas de estudio sean comparables con un alumno sevillano. Una bombilla de 40 watios produce la misma luz en Berlín o en Sevilla. Es necesario homogeneizar a los estudiantes, porque el mercado lo demanda.
5.- Modernización es medir, uniformar y establecer patrones de igualdad. Los profesores deben explicar contenidos homogéneos, establecer cronogramas, tabular su enseñanza: la homogeneidad constituida en valor. Todo esto nos suena a historia pasada. No hay espacio para la 'libertad de cátedra' que, creo recordar, tiene rango constitucional, ligeramente superior a los de los reales decretos. Modifíquese, por favor, la Constitución.
6.- Disolución del nexo entre investigación y docencia. Enterremos al viejo Humboldt. Ya sé que no vivimos en el siglo XIX, ni los profesores se llaman Hegel, ni los reyes regalan sus palacios para construir universidades pero para enseñar en tres años algo, para formar a un diplomado no es necesaria la investigación previa, basta repetir todos los años lo mismo; el viejo programa, los amarillentos apuntes o las brillantes y postmodernas trasparencias de 'power point' y el 'copy and paste'.
7.- Universidades de primera y de segunda. En las pequeñas y jóvenes universidades no habrá espacio para la investigación, pues quedarán reducidas a estudios de primer ciclo. Su calidad docente será, por tanto (disculpen el mal augurio), mucho más limitada. Las Universidades grandes, las que cuenten con medios, quedaran consagradas a la investigación.
8.- Disolución del nexo inversión pública-investigación pública. La investigación debe estar unida a las necesidades de las empresas privadas. Estoy cansado de oírlo. El profesor se convierte en un recaudador de dinero privado. La creación de 'empresas-universidad', la búsqueda de financiación externa y la lógica del mercado frente a la de la investigación poseen una nueva forma de escribir: se sustituye la monografía por el memorando y por las tablas de costes en 'excel'.
9.- Las empresas privadas son las que establecen los criterios de calidad de las universidades. Paradójico: un chico que realiza un estudio de tres años puede, al año siguiente de concluir sus estudios, ser contratado por una empresa consultora especializada en estudios de calidad y auditar la calidad de la universidad donde estudió. Y a los profesores y al resto de la comunidad universitaria esto nos parece formidable.
10.- Este tipo de sistema, como pusieron de manifiesto, en otro contexto, hace ya algunos años, Mariano Maresca y Modesto Saavedra, potencia un mercado de doble circulación de objetos (entiéndase alumnos): los más favorecidos visitarán las grandes universidades europeas y accederán a la investigación, mientras que, por debajo, en una especie de submundo, fluctuarán un cuerpo de diplomados medios, que se habrán formado en universidades pequeñas y periféricas, carentes de medios. Lo curioso del asunto es que, precisamente, estas Universidades pequeñas, por unas razones u otras, somos las que, (a mi juicio, todo este artículo es opinión, por supuesto), estamos potenciando la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior; paradójico que sea un gobierno, que se autodenomina de izquierdas, el que lleve a cabo una política tan de derechas.